lunes, febrero 6

De la Calle al Ensayo: visión sobre la 2da comparsa de la JUTI - Juerza Titiri-Clown


No lograba coger un taxi para ir al ensayo. Ensayaríamos nuevamente la armonía y el caos en efervescente improvisación. Tal vez alguno diría “no”  y el otro “sí”, o tal vez tendrían que hablar en orden alfabético. Con el aliento entrecortado y sospechando que mi falta de aire me llevaría a conducir una ambulancha, una moto escolta de algún diplomático casi me lleva por delante…sus cómplices detrás en caravana. El transmilleno, con su única ruta no era una de mis mejores opciones. Decidí empezar a caminar y después de varias cuadras de sentir el corazón a mil, y unos cuantos cruces…PARE, INICIO DE OBRA, carros, busetas, motos, bicicletas, y una zorra, las imágenes y sensaciones de la JUTI, empezaron a aparecer.  Qué es la JUTI?


Otra vez… Volviendo al sentimiento, y bastante distraído tropecé con un tornillo en el andén, vestigio de una señal libre.  Movimiento, personal, colectivo, de señales, viajes físicos y espirituales.  La complicidad de un afecto por ser y hacer títeres y payasos, la conexión en el movimiento.  Además de varias señales fugitivas, unos payasos peso pesado en Ecuador, después de varios miles de pasos pequeños para mi y grandes pasos para una hormiga, llegué al ensayo.  Las señales escapistas se encontraban en el lugar del ensayo, bebiendo un Cádiz de  la buena vida, libres…de su rutina aunque sea.

La agitación del afán peatónico desaparecía con cada trago del mismo Cádiz. Me sentía señal fugitiva, de qué, para quién, no lo tenía muy claro, pero confirmaba mi primera imagen hacia la JUTI.  En ese momento de levantarme de la barra, pisé un programa del XX Match de Improvisación, abandonado en el piso a su suerte. Lo recordé por un instante, la liberación, el juego. El sentimiento de liberarse, como las señales, era mi aproximación al sueño jutiritero desde el principio.  La noche anterior habíamos vivido nuevamente el hecho de no saber, de hacer y sobre todo de ser. Casi dos años de hacerlo juntos nos ha dado algo… pensaba… mientras seguían llegando los cómplices del ensayo.


Siempre que venía a ensayar esperaba con ansía infantil la terapia del flotalón (hay que vivirla para entenderla), era lo que más añoraba repetir después de cada ensayo.  Con el estómago lleno de Cádiz y sin desayuno, vivía la preparación del experimento del día, el cual siempre se convertía en intentar hacer huevos revueltos con una bolsada de brócolis…mi segundo sentimiento hacia la JUTI: la diferencia. En principio un sueño, en apariencia un malentendido, y en el fondo un consenso tácito, la idea de crear títeres y payasos con un grupo de personas totalmente heterogéneas, era la receta preferida de la JUTI, su particular sabor, su exquisita embriaguez.  Escuché un grito desde la parte alta del escenario, “Alto ahí!”

Al salir de 20 años de abandono, con tierra hasta las rodillas y verme como un personaje de película de los sesentas, me encontré un policía con gorro de baño y pálido, multando a una niña por conducir su convertible y hablar por celular al mismo tiempo. El atropellado por la niña, un mimo cruzando la calle en cámara lenta yacía en la calle exponiendo sus tripas mudas a los curiosos.  Las señales se acercaron al herido que no decía nada, y el tráfico se movía en cámara lenta cual homenaje al mimo.  Un grupo de músicos pasajeros promovía la fiesta por el muerto, pues ya lo daban por muerto.  Los curiosos, sin reparo, se dedicaron al desorden y la celebración. Una vieja loca gritaba desde lo lejos algo que no entendía.



“Llamen una ambulancha!” fue lo primero que le entendí. Comencé a acercarme hacia el lugar del accidente, un trancón se formaba metro a metro, comparsa a comparsa dentro del desfile.  Ruidos de zozobra, indignación y terror al ver al atropellado, me dejaban entender un, “¡Llamen a un médico! ¡Hay un herido!”, que gritaba la señora cada vez más cerca.  Al llegar justo frente al choque y tener la mirada hinchada con los ojos endemoniados, la señora le gritaba al mimo, “¡Que le bajen a esa música! ¡No más fiesta!”. Los músicos siguieron su camino por la otra acera, directo el centro. Dejaron a su huida un silencio sepulcral, excepto por los gritos de la señora: “¡Bájenle a la música! ¡No puedo dormir!”, que no paraban.

Finalmente las señales, incluyendo los arbustos, la calmaron con sus pitos e imágenes de rostros de payasos, dados a la reclownciliación. La terapia de la confusión, el asalto titiri-clown, la escucha, la mirada fija a los ojos, algunas de las estrategias comunes en la JUTI para provocar y resolver conflictos, en acción. Mientras esto sucedía, y la vieja loca recuperaba su compostura y regresaba a su vivienda, me agaché para sentir el aliento del mimo, no podía estar mue…”¿Usted no es el de la ambulancia?” me dijo agarrándome del cuello tan rápido que se me había congelado el cuerpo por un instante.  El mimo moría al pronunciar esas palabras y yo recordaba claramente que si, que yo era el animador del conductor de la ambulancia, Dicotomio Vitalicio, un esqueleto dueño de la mayoría de acciones de la Juventud Titiritera.  La contradicción, la bandera de la JUTI.



Salí corriendo al parqueadero donde se encontraba la ambulancia, la esperanza es lo último que se pierde: una imagen más de la JUTI.  El mimo aunque agonizaba, podría sobrevivir al choque de la vanidad y después de esquivar un carro formula 1 fuera de pista, entré al teatro.  Dicotomio estaba en la barra bebiendo su cuarto Cádiz a la charla con 5 porristas. Fueron 10 minutos de contarle la historia y convencerlo que el mimo todavía se podía salvar.  Con sirena, bocina y velocidad a toda marcha llegamos al lugar del siniestro.  No había nadie en las calles, las cuadras parecía que nunca hubieron existido, el silencio total.  Hasta que Dicotomio comenzó a alegar…el ensayo había acabado y aparecían jutiriteros y jutiriteras del bosque detrás del teatro, relajados en el prado. 

Al mimo no le había pasado nada, hablaba alegremente, y señales, conductores y peatones compartían un momento de fraternal refrigerio, risas, cansancio, uno que otro dolor y cientos de imágenes de lo ocurrido en el ensayo.  No había heridos (bueno, varios hinchados del corazón), ni muertos (bueno, varios de la risa), ni conductores embriagados (bueno, uno no más). Las señales habían encontrado hogar en el teatro, como la JUTI, y la complicidad por hacer y ser títeres y payasos, pretexto del movimiento.  Como ser vivo camina la JUTI, a veces acelerado, a veces sigiloso, cambiando y sincronizando ritmos. Vivo por el movimiento.  Finalmente no había ensayado, pero confirmaba mi último sentimiento hacia la JUTI: ser nosotros mismos dentro y fuera del escenario, la ciudad, el teatro, el ensayo, la función o el experimento, uniendo recorridos, caminos, fuerzas.


Edgar Cárdenas
Director A-Garrapattta
2007

Publicado en JUTI Noticias # 4, 2007

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